martes, 19 de junio de 2007

"Intercambio peligroso" de Lila Pinto Vaz

Me encontraba en el patio de mi casa regando las plantas, mis perros jugaban entre ellos y ladraban mucho. En eso escucho el timbre de la puerta de la calle y voy a atender. Era el cartero quien -después de hacerme firmar un papel- me entregó un sobre. Dejé tirada la regadera y me apresuré a entrar a la cocina para leer aquella carta ya que creía que eran noticias de mis parientes, pero al ver el destinatario impreso en el sobre comprendí que la carta me la enviaban del colegio.
Al leer la carta me enteré de la buena noticia: “…con motivo de un intercambio estudiantil, usted ha sido seleccionada para ir a estudiar a los Estados Unidos por un año con todos los gastos pagos…”.
La emoción que sentí fue tan grande que salí corriendo para el pasillo y entré en la habitación de mi madre, que se encontraba durmiendo la siesta, la desperté y le conté de la noticia. Ella me felicitó y no tuvo tiempo de retarme por interrumpir su siesta.
A eso de la 8 y 15 de la noche recibo un llamado telefónico en donde se me advierte que no haga ese viaje tan deseado. Cuando quise preguntarle quién era y por qué me había dicho tal cosa, escucho el tono y me doy cuenta que me habían cortado.
Mi mamá me llamó a cenar y le conté de aquella llamada extraña, pero no le dio importancia y sugirió que había sido una de mis compañeras que se enteró del viaje y estaba celosa. Así que no le di importancia a esa advertencia.
Cuando finalmente llegó el gran día, no lo podía creer. Hice mis valijas y temprano en la mañana partimos con mi madre hacia el aeropuerto. Luego de esperar un rato, por fin nos avisan que mi vuelo estaba por salir, despedí a mi mamá con un fuerte abrazo y hasta con llanto. A ambas nos dolió separarnos, pero sabíamos que era algo transitorio.
Entonces me subí al avión, me senté en el asiento y dejé que el tiempo pasara.
Ya en los Estados Unidos recogí mis maletas en el aeropuerto y me encontré con la familia del chico que haría el intercambio estudiantil conmigo. Ellos eran cuatro: sus padres y dos hermanas; una de ellas, que había estado viviendo un tiempo en México, hablaba español. Nos subimos al auto, y luego de unos minutos, ya estábamos en la casa. Ésta era grande y lujosa, tenía dos pisos, piletas, aparatos electrónicos y todo tipo de accesorios que hacen de una casa un negocio de electrodomésticos.
Carol, la chica que hablaba español, me llevó a recorrer el lugar, fuimos al centro para comprar ropa y comer, y por último fuimos al cine. La película que vimos era de terror y no estaba subtitulada, la verdad casi no la entendí, pero me asusté con las imágenes. Como no me interesaba la película, le dije a Carol que iba al baño y que en un momento regresaba. El baño del cine era muy moderno y lujoso, me acomodé el pelo y salí de ese lugar.
Cuando regresé a la sala fui a sentarme en mi lugar, pero ella no estaba allí. Me preocupé porque no conocía a nadie y ni siquiera me podía comunicar con ellos. Intenté hacerle señas al señor de al lado mío, él me miró fijo y cuando abrió su boca, para contestarme, supongo, de ésta salieron víboras. Quise correr y escaparme de este horrible lugar, pero una mujer me agarró del brazo y me trató de calmar. Yo estaba muy nerviosa y asustada pero intenté tranquilizarme. Cuando miro a esa mujer a los ojos ella abre su boca y de ella empiezan a salir víboras, miles y miles de asquerosas y repugnantes víboras, llenas de veneno por supuesto. Salí corriendo y empecé a gritar con todas mis fuerzas, quería irme lo más pronto posible, mas cuando llegué a la puerta de la sala vi que estaba cerrada, y el hombre de seguridad que la cuidaba abrió su boca y de ésta salían esas asquerosas víboras. El hombre tenía en su mano la carta que yo había recibido. Comprendí que era una trampa, pero ya era muy tarde para mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lila sos una kpa!!!