sábado, 16 de junio de 2007

"La mansión Aglihan" de Jonatan Correa

Desperté, miré hacia adelante y escuché risas a mi alrededor. Eran mis compañeros que me miraban porque la profesora me estaba llamando la atención. Mike me contó que mientras yo estaba dormido nos había dado una tarea de investigación sobre algo sucedido en el pueblo.
- ¿En el pueblo?, pero aquí nunca pasa nada…- dije
- Bueno, entonces qué hacemos -me dijo alterado. Y se me ocurrió algo brillante. Era una mansión abandonada que estaba hacía ya siglos.
- Mañana vamos a la mansión Aglihan.
- Estás loco –dijo él. La última vez que fue un periodista a ver esa casa, lo encontraron descuartizado en la calle.
- No se habla más. Mañana nos encontramos a las diez 10:00 AM.
- Está bien, chau.

Eran las 10:45 hs. Mike no aparecía y se agotaba mi paciencia. Entré a la mansión y miré alrededor. Era fabulosa, antigua, gigantesca, repleta de pinturas, telarañas y… ¿no tenía nada de extraño? Subí al diván, ¡creía que estaba ahí! Vi diez cuadros más. El décimo parecía muy extraño porque se movía. Había en él un lobo feroz amarillo y muy despiadado que me miraba con su cara fría.
De repente escuché una voz que me decía: “el lobizón te va a descuartizar, te va a matar”. Era la voz de Mike, pero ¿cómo? ¿cómo sabía dónde estaba? ¿qué sabía del cuadro al que yo miraba extrañamente? ¿quién era él en verdad y por qué no quería que yo estuviera aquí? Y esa voz ahora decía: “¡Sal de aquí antes de que te mate!” Debe ser mi imaginación, pensé. Giré como para salir de ese lugar y encontré sobre el piso un libro. No lo había visto antes. En él se podía leer la descripción de las pinturas. Sin dudar comencé a leer el cuadro del lobizón que decía: “¡Muerte a los intrusos!” Aterrado miré el cuadro otra vez. En la parte de abajo estaba la firma: Mike Aglihan. Era él. Con razón no quería que viniera a la mansión, sabía dónde estaba y qué hacía el lobizón con los intrusos. Miré de nuevo la pintura. El lobo no está –grité. Entonces comencé a correr, bajé las escaleras, salí, miré al suelo y vi a un hombre bañado en sangre, sin sus dos brazos y piernas, casi irreconocible. Me fijé bien para ver si lo conocía. No, no lo conocía. Detrás de él estaba el lobo, grité, grité, pero nadie me escuchó. Pero ¿por qué?, ¿por qué él no me atacaba?, ¿por qué no me miraba fríamente y con sed de sangre?

Al día siguiente cuando entré al salón, al salón de siempre, Mike no estaba. Tampoco en la lista. Miré a la profesora y le pregunté.
- ¿Dio tarea para hoy?
- No, me dijo.
Entonces el lobo tenía razón. Mike me puso a prueba pero a prueba de qué, pensé.
- De tu valor, dijo una voz conocida, era Mike.
Se acercó a mí, y me dijo:
- Sos el joven más valiente que he conocido porque los demás después de escuchar que el lobo los va a matar, huyen, les cuentan a los padres y terminan en un manicomio.
Y entonces dije:
- El lobizón, ¿por qué mata a los que deciden entrar? Es muy sencillo dijo, y prosiguió:
- Él mata a los que quieren mi fortuna, a los que tratan de manchar mi nombre, y a los que tratan de filmar la mansión.
- Bien, pero porqué hablás de insultar tu nombre.
Miró al suelo y dijo.
- Él mata a los que dicen que soy un brujo maligno y sucio… Y no es así, gritó. Fui un pintor millonario. Me mataron por querer robar mi fortuna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buen relato.

de david fidel calazar candel