sábado, 30 de junio de 2007

“Un día fuera de lo común” de Jessica Cejas

La casa de mi abuela era fría, sin vida y con las paredes despintadas debido a que no tenía tiempo para ocuparse de ella. Mi abuela trabajaba todo el tiempo y pocas veces se la podía ir a visitar. Vivía sola y no tenía mascotas. Yo iba los domingos cuando ella no trabajaba y pasábamos los medios días y las tarde juntas, contándonos cómo nos iba en la semana mientras almorzábamos o mirábamos películas, o simplemente nos sentábamos en sus sillones azules a descansar.
Un domingo me levanté tarde, cerca del medio día, con dolor de cabeza porque el día anterior había salido a la noche y había vuelto muy cansada. Mi abuela me llamó diciéndome que no fuera. No dijo por qué, pero dijo que no fuera. Me pareció raro, pero no fui y me quedé en mi casa, en mi pieza de paredes verdes con una ventana por la que entraba la luz del sol y daba en mi cara haciendo que me doliera más la cabeza. Miraba la tele. A mi alrededor todo estaba tranquilo, muy tranquilo.
Salí de mi habitación y me encontré con un silencio que nunca había en mi casa. Todo estaba muy tranquilo: en el comedor, la cocina y el living, no había nadie. Ni mis papás ni mi hermano estaban, sólo una nota pegada en la heladera que decía: “Nos fuimos, dentro de un rato volvemos”. No decía a dónde, ni cuánto iba a tardar, sólo decía más bajo de la nota: “No te vayas a ningún lado” ¿Por qué no podía ir a lo de mi abuela? No podía saberlo...
El dolor de cabeza no me dejaba pensar bien dónde podía llegar a estar mi familia: haciendo compras, comiendo en algún lado pero, ¿por qué no fui?, ¿por qué no me avisaron? Y mi abuela, ¿dónde estaría un domingo sino en su casa? Era todo raro, pero lo peor era que me tenía que quedar en casa porque la nota decía “No salgas a ningún lado”.
Mi casa cálida y cómoda, se tornaba fría e incomoda para mí. Estaba aburrida de esperar a que volvieran. En el medio de un dolor de cabeza que no me dejaba pensar y me cansaba, sonó el teléfono: mi amiga, vecina de mi abuela, con la que había salido anoche me contó que se escuchaban ruidos raros, que vaya a ver qué estaba pasando.
Agarré mi campera, las llaves de la casa de mi abuela, cerré todo y fui para allá.
Llegué, desde afuera se podía ver la luz prendida, y por deducción alguien había. Toqué timbre y no abrían. Tuve que abrir yo la puerta, esa puerta marrón; pasando por el living se podían escuchar voces. Pero si la luz que se veía desde afuera era la del living y estaba prendida ¿por qué la luz del comedor estaba apagada?
Prendí la luz y al asomarme vi que estaban todos: mi papá, mi mamá, mi amiga y mi abuela. Todos sonrientes y contentos porque había salido bien la sorpresa de la fiesta para mí: era mi cumpleaños.

5 comentarios:

*** eliana *** dijo...

Hola Jéssica, soy Eliana. Me gustó mucho tu cuento, es muy interesante y te lleva a imaginar y a ansiar el final. Te felicito !!! y felicitaciones a todos, muy buena idea y les agradezco por compartirla. Saludos!!

Anónimo dijo...

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me gustó porque pensé que iba a pasar algo malo, por eso me sorprendió el final, espero que escribas otros y muchos más,
prof pablo fernández iriarte

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